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En la década de 1920, Midgley se encontraba en la búsqueda de una solución para el traqueteo o pistoneo de los motores de combustión interna utilizados en aviones y automóviles. Se trata de un fenómeno destructivo que empeora a medida que se aumenta la relación de compresión de los motores, provocando su rotura. Como para obtener mayores potencias es necesario aumentar la relación de compresión, el inconveniente se había vuelto crítico y muchos fabricantes de motores dedicaron ingentes esfuerzos para resolver el problema.
Trabajando para la General Motors, Thomas Midgley concluyó que el problema no se hallaba en el diseño de los motores sino en la fórmula del combustible utilizado. Luego de probar innumerables productos químicos en combinación con la gasolina de entonces, Midgley descubrió que añadiendo tetraetilo de plomo al combustible, el pistoneo desaparecía. Poco tiempo después, una corporación integrada por las compañías Dupont, GM y Standard Oil se dedicó a producir y distribuir a gran escala un aditivo al que llamaron “etilo” y que se incorporó de inmediato a los combustibles para vehículos.